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Frank Crozier |
En junio de 1911 los aficionados catalanes tienen la oportunidad de asistir a dos veladas de boxeo en el Frontón Condal, que sin embargo resultan un fracaso dada “la exageración de los precios” y la poca calidad de los espectáculos. En la segunda reunión, celebrada el día 26, el público llega a protestar escandalosamente porque los boxeadores “se zumban de mentirijillas”. Aunque la prensa no ofrece nombres, sí publica crónicas en las que se afirma, por ejemplo, que “un vocerío ensordecedor respondía a la negativa del campeón ruso para seguir recibiendo zambombazos del negro”.
Ese mismo mes se produce, sin embargo, un hecho que supondrá un importante impulso para el boxeo en España. Como anuncia la prensa madrileña a mediados de mes: “Ha llegado a Madrid el célebre Team Internacional de Boxe Anglaise, que se propone realizar en el Frontón Central de esta corte varios combates de boxeo, compuesto por nueve campeones, negros y blancos. Estos campeones son: Francois Camille, segundo premio del campeonato de Francia en 1906; Carl Wonders, vencedor en París, hace tres semanas, del campeón de Alemania; Andrew Dixon Johnson, americano, negro, luchador extraordinario, ha tenido match hace tres semanas con el célebre Sam Mac Vea; Emile Schmidt, campeón de Rusia, uno de los mejores de la raza blanca; Mahir, turco, campeón de Turquía en todas las categorías; Tommy Jackson, negro, campeón de América, ha competido con los más renombrados luchadores; Willie Gould, campeón de la Argentina, es luchador temible por su ligereza no igualada; Frank Crozier, negro, campeón de la Jamaica, en lucha libre de pesos medios; Joe Harton, campeón de Bélgica, muy joven, diez y nueve años, que ha vencido por knock out al maravilloso peso ligero francés Vermot. Mañana se conocerá este sport en Madrid, que gustará o no, pero que su anuncio ha despertado la natural expectación”.
El equipo de boxeadores atrae poderosamente la atención del público y de la prensa, que le dedica amplios espacios. La velada se repite el domingo 25 de junio, y sirve para que el público madrileño conozca por primera vez este deporte a nivel profesional. Por si acaso, la prensa incluye comentarios didácticos como “le faltó muy poco para permanecer allí el tiempo preciso para determinar el knock out, que quiere decir fuera de combate”.
Pero este nuevo deporte no es del gusto de todos, e inmediatamente un grupo de diputados mandata a tres de ellos –Pablo Iglesias, Azcárate y el conde de Santa Engracia– para que visiten al ministro de la Gobernación a fin de rogarle que prohiba las luchas de boxeo. “El ministro, de acuerdo con la opinión de sus visitantes, les ofreció transmitir al jefe superior de policía las órdenes oportunas para que se prohiba tal espectáculo” porque, alega, “repugna al sentimiento público”.
Prohibido pues el boxeo en Madrid “por razones de humanidad y cultura”, no falta en Barcelona algún empresario que quiere reproducir en la ciudad condal el mismo espectáculo prohibido en Madrid, aunque el gobernador civil le deniega el permiso. Y a pesar de la prohibición, a mediados de julio se celebra en el teatro Cómico de Madrid una “gran exhibición de boxeo a beneficio de los boxeadores extranjeros”.
Algunos de los púgiles que se quedan sin empleo en la corte deciden trasladarse a Barcelona, donde son acogidos por el Club Deportivo Español, entidad que asume el compromiso de encargarse de su manutención mientras dure su estancia en la ciudad. Estos boxeadores, presentados a la prensa en una copa ofrecida por la directiva del club, son Frank Crozier, Dixon Johnson y Willie Gould.
El Español organiza un festival en su favor, que es autorizado por el gobernador “con la condición de que no pasará de ser tal demostración (…). Este permiso ha sido concedido en atención a destinarse la función a proporcionar medios al boxeador para que pueda marchar a su país”.
Así, el 3 de agosto de 1911, además de un partido de pelota y de asaltos de lucha greco-romana y de esgrima, los espectadores que asisten al Frontón Condal contemplan “un asalto a tres rounds” entre Gould y el aficionado Hodge, delantero centro del CD Español; “un asalto a 6 rounds” entre Dixon Johnson (105 kg.) y Crozier (86 kg.), y otro a 3 rounds entre Crozier y Gould. Todos ellos se saldan con aplausos del numeroso público asistente, aunque no se dan veredictos.
Además, la Junta Directiva del CD Español abre una suscripción para fundar una academia de cultura física y boxeo, para la que inicialmente se piensa en Gould, aunque finalmente queda encargado de ella Frank Crozier. Éste será el único de los tres púgiles extranjeros que continuará su carrera en nuestro país. Durante una década combatirá –y será profesor de boxeo y cultura física– en Barcelona y Madrid, con algunos enfrentamientos verdaderamente memorables que en su momento comentaremos, hasta afincarse en Alicante en 1921. En esta ciudad disputará algunos combates hasta que entre a ejercer como profesor de boxeo en la Agrupación Pugilística Alicantina en 1922.
El éxito de la convocatoria parece animar a la afición, y en octubre de 1911, el Gimnasio de Manuel Solé incorpora las clases de boxe a cargo del profesor Arturo de San Jorge, “maestro reputado de fama consolidada en el extranjero”.
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