La tónica del boxeo en Barcelona no varía sustancialmente durante 1917, con veladas ocasionales en el Frontón Condal, en el Iris Park o en la Bohemia, al margen de las “pachangas” de verano en el Parque de la Ciudadela y en el Turó Park.
Y sin embargo, a pesar de los desaciertos de algunos organizadores, el público continúa acudiendo en masa cuando se le presenta un buen cartel, casi siempre con los combates de Frank Hoche como atracción principal: así sucede con su enfrentamiento con Gus Rhodes en enero en el Frontón, o con el combate contra Mac Closkey en el Iris ese mismo mes. En abril, la Bohemia registra un “lleno como nunca lo ha habido” para ver cómo el francés bate por k.o. en el séptimo asalto a Augusto Robert en combate “a finish”, y a finales de octubre, el cronista de El Mundo Deportivo afirma que “el aspecto que ofrecía la Bohemia el jueves último era realmente imponente, pues jamás se vieron congregados tantos amantes del boxeo en Barcelona” para ver a Hoche contra Gus Rhodes.
Sin embargo, esta última velada, “pudiendo haber sido el éxito de mayor resonancia para el boxeo, fue algo así como su golpe mortal”. Y es que el público comienza a cansarse de los combates pactados aparatosamente a muchos asaltos finalicen mucho antes de lo previsto, obteniendo así menos por unas entradas que los promotores encarecen cada vez más a fin de pagar las exigencias de unos púgiles que se sienten estrellas. El combate entre Hoche y Rhodes, pactado a 20 asaltos de 3 minutos, acaba mucho antes de tiempo, con el árbitro (Félix Pomés) cometiendo errores garrafales y Rhodes practicando un juego sucio que recibe las duras críticas del público. Tan es así, que “cuando hubo terminado la velada, o lo que fuese, las protestas del público fueron acalladas por la policía (…) mientras parte del público rompía sillas y balaustradas, y más tarde por las calles”.
Contrapunto de estas veladas son las reuniones que ofrece el Barcelona Boxing Club en su local social de la calle Ferlandina, a base de pundonorosos combates de entrenamiento en los que el resultado del combate se decide “a la americana”, es decir, solo se declara la victoria de uno de los púgiles por infligir un k.o. a su adversario, hacerle abandonar, o por descalificación. Durante el verano de 1917 se celebran tres de estas reuniones, y el año siguiente tienen lugar otras tres –en enero, mayo y julio–.
Además, el Parque de la Ciudadela no solo sirve para que Jack Johnson exhiba sus habilidades, sino que el último jueves de junio es escenario de una dudosa velada a beneficio de los supervivientes del vapor norteamericano Moreny, recientemente torpedeado, en la que el propio Johnson ejerce de árbitro. Los combates, “a finish”, son disputados por cuatro púgiles desconocidos: Johny Jones vs Eddu Smith, y Chorals vs Dean Burgler. También el Turó Park se lanza a la organización de dos veladas de verano, en junio y septiembre.
Finalmente, citaremos las reuniones ocasionales que en este periodo tienen lugar en distintos puntos de Cataluña, y que son recogidas por la prensa sin demasiado detalle, como la velada mixta de boxeo y lucha grecorromana que organiza La Atlética en el campo de la S.S. Pompeya a finales de septiembre, el festival que tiene lugar en noviembre en el local del Centre Excursionista Montseny (con combates de Huertas contra Kamalof y Campalaus contra Alaix), o la velada del Internacional Sporting Club en diciembre, que incluye combates de lucha grecorromana y dos exhibiciones de boxeo entre los aficionados Dalmases y José Passapera, y entre Frank Hoche y Fred Jacks.
Un año tan pobre en lo pugilístico como este 1917 tiene sin embargo un buen final en el Frontón Condal el 31 de diciembre, ya que “para que el público, después de tantos timos de que había sido víctima, acudiese a la velada, era preciso que ésta fuese inmejorable”. Al parecer, los empresarios lo comprenden así y “no escatimaron nada para lograr hacer venir a Frank Crozier para que junto con Frank Hoche constituyera el combate de la noche, y así fue”.
En Madrid, el boxeo sigue dando pasos contados pero firmes durante 1917. A mediados de febrero se celebra en el salón de fiestas del Hotel Ritz un exitoso torneo de aficionados a beneficio de la cantina de las Escuelas gratuitas de San José, en el que participan quince púgiles; Figueroa vence en la categoría de los ligeros, Alba en los medios y Felipe Llópis en los medio pesados. Norberto Goizueta no tiene que combatir para ser campeón en los pesados, al ser el único participante en la categoría.
Animado por el éxito, el “equipo madrileño” formado por el conde de la Mejorada, Llópis y Goizueta anuncia esa misma semana que aceptará “cualquier reto de otro equipo aficionado de España, a condición de que se celebre en Madrid”. La respuesta desde Barcelona del equipo formado por Casanovas, Soum y Cutxet no llega a cuajar porque los catalanes, muy suyos, “desean saber de cuenta de quién correrían los gastos de viaje y estancia en Madrid”, a lo que los madrileños responden que cada cual corre con sus gastos. Poco después, sin embargo, Mejorada y los suyos aceptan el ofrecimiento del bilbaíno Club Deportivo, aunque desconocemos si llegan a cruzar guantes. Quienes sí lo hacen son Frank Crozier y Blinc Mac Closkey (que se aproxima al final de su larga carrera), que hacen nulo a principios de marzo en el Gran Teatro de Madrid.
En octubre, Jack Johnson comienza a ofrecer en el music-hall del Palace Hotel algunas exhibiciones de lucha libre, fuerza física y boxeo en las que también participa su sobrino Gus Rhodes, con gran éxito de público. Y concluye el año pugilista en Madrid con la celebración en el Gran Teatro, a principios de diciembre, de una nueva competición entre aficionados en la que participan 18 púgiles (varios de ellos conocidos del torneo de febrero). Además de la curiosidad de ver asaltos de minuto y medio, la prensa nos deja la siguiente “perla” firmada por el redactor de deportes de ABC, Rubryk: “A los señores que boxeen se les exigirá pantalón corto y ancho y camiseta para salir al ring”.
Y sin embargo, a pesar de los desaciertos de algunos organizadores, el público continúa acudiendo en masa cuando se le presenta un buen cartel, casi siempre con los combates de Frank Hoche como atracción principal: así sucede con su enfrentamiento con Gus Rhodes en enero en el Frontón, o con el combate contra Mac Closkey en el Iris ese mismo mes. En abril, la Bohemia registra un “lleno como nunca lo ha habido” para ver cómo el francés bate por k.o. en el séptimo asalto a Augusto Robert en combate “a finish”, y a finales de octubre, el cronista de El Mundo Deportivo afirma que “el aspecto que ofrecía la Bohemia el jueves último era realmente imponente, pues jamás se vieron congregados tantos amantes del boxeo en Barcelona” para ver a Hoche contra Gus Rhodes.
Sin embargo, esta última velada, “pudiendo haber sido el éxito de mayor resonancia para el boxeo, fue algo así como su golpe mortal”. Y es que el público comienza a cansarse de los combates pactados aparatosamente a muchos asaltos finalicen mucho antes de lo previsto, obteniendo así menos por unas entradas que los promotores encarecen cada vez más a fin de pagar las exigencias de unos púgiles que se sienten estrellas. El combate entre Hoche y Rhodes, pactado a 20 asaltos de 3 minutos, acaba mucho antes de tiempo, con el árbitro (Félix Pomés) cometiendo errores garrafales y Rhodes practicando un juego sucio que recibe las duras críticas del público. Tan es así, que “cuando hubo terminado la velada, o lo que fuese, las protestas del público fueron acalladas por la policía (…) mientras parte del público rompía sillas y balaustradas, y más tarde por las calles”.
Contrapunto de estas veladas son las reuniones que ofrece el Barcelona Boxing Club en su local social de la calle Ferlandina, a base de pundonorosos combates de entrenamiento en los que el resultado del combate se decide “a la americana”, es decir, solo se declara la victoria de uno de los púgiles por infligir un k.o. a su adversario, hacerle abandonar, o por descalificación. Durante el verano de 1917 se celebran tres de estas reuniones, y el año siguiente tienen lugar otras tres –en enero, mayo y julio–.
Además, el Parque de la Ciudadela no solo sirve para que Jack Johnson exhiba sus habilidades, sino que el último jueves de junio es escenario de una dudosa velada a beneficio de los supervivientes del vapor norteamericano Moreny, recientemente torpedeado, en la que el propio Johnson ejerce de árbitro. Los combates, “a finish”, son disputados por cuatro púgiles desconocidos: Johny Jones vs Eddu Smith, y Chorals vs Dean Burgler. También el Turó Park se lanza a la organización de dos veladas de verano, en junio y septiembre.
Finalmente, citaremos las reuniones ocasionales que en este periodo tienen lugar en distintos puntos de Cataluña, y que son recogidas por la prensa sin demasiado detalle, como la velada mixta de boxeo y lucha grecorromana que organiza La Atlética en el campo de la S.S. Pompeya a finales de septiembre, el festival que tiene lugar en noviembre en el local del Centre Excursionista Montseny (con combates de Huertas contra Kamalof y Campalaus contra Alaix), o la velada del Internacional Sporting Club en diciembre, que incluye combates de lucha grecorromana y dos exhibiciones de boxeo entre los aficionados Dalmases y José Passapera, y entre Frank Hoche y Fred Jacks.
Un año tan pobre en lo pugilístico como este 1917 tiene sin embargo un buen final en el Frontón Condal el 31 de diciembre, ya que “para que el público, después de tantos timos de que había sido víctima, acudiese a la velada, era preciso que ésta fuese inmejorable”. Al parecer, los empresarios lo comprenden así y “no escatimaron nada para lograr hacer venir a Frank Crozier para que junto con Frank Hoche constituyera el combate de la noche, y así fue”.
En Madrid, el boxeo sigue dando pasos contados pero firmes durante 1917. A mediados de febrero se celebra en el salón de fiestas del Hotel Ritz un exitoso torneo de aficionados a beneficio de la cantina de las Escuelas gratuitas de San José, en el que participan quince púgiles; Figueroa vence en la categoría de los ligeros, Alba en los medios y Felipe Llópis en los medio pesados. Norberto Goizueta no tiene que combatir para ser campeón en los pesados, al ser el único participante en la categoría.
Animado por el éxito, el “equipo madrileño” formado por el conde de la Mejorada, Llópis y Goizueta anuncia esa misma semana que aceptará “cualquier reto de otro equipo aficionado de España, a condición de que se celebre en Madrid”. La respuesta desde Barcelona del equipo formado por Casanovas, Soum y Cutxet no llega a cuajar porque los catalanes, muy suyos, “desean saber de cuenta de quién correrían los gastos de viaje y estancia en Madrid”, a lo que los madrileños responden que cada cual corre con sus gastos. Poco después, sin embargo, Mejorada y los suyos aceptan el ofrecimiento del bilbaíno Club Deportivo, aunque desconocemos si llegan a cruzar guantes. Quienes sí lo hacen son Frank Crozier y Blinc Mac Closkey (que se aproxima al final de su larga carrera), que hacen nulo a principios de marzo en el Gran Teatro de Madrid.
En octubre, Jack Johnson comienza a ofrecer en el music-hall del Palace Hotel algunas exhibiciones de lucha libre, fuerza física y boxeo en las que también participa su sobrino Gus Rhodes, con gran éxito de público. Y concluye el año pugilista en Madrid con la celebración en el Gran Teatro, a principios de diciembre, de una nueva competición entre aficionados en la que participan 18 púgiles (varios de ellos conocidos del torneo de febrero). Además de la curiosidad de ver asaltos de minuto y medio, la prensa nos deja la siguiente “perla” firmada por el redactor de deportes de ABC, Rubryk: “A los señores que boxeen se les exigirá pantalón corto y ancho y camiseta para salir al ring”.
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